miércoles, 13 de marzo de 2013

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El sonido del piano se pasea por los rincones de mi casa y por los de mi cuerpo 
no hay defensa alguna 
me ataca la infancia 
el recuerdo en los salones 
en la biblioteca 
en la cocina gigante de mi abuelo 
ese cielo y ese infierno en donde crecí 
en donde me hice hombre sin dejar de ser un niño 
el piano me transporta a mil años atrás 
en donde nací 
en donde construí mi universo 
mi cosmogonía agónica 
mis dioses muertos 
como le explico al mundo 
como le cuento a todos que todo es un sueño 
y que este sueño aún no termina 
y que todos son personajes en mi sueño 
y que me encuentro solo y que no me encuentro 
y que me hablo solo y que no me hablo 
nadie escucha a nadie en estos días 
porque todos tienen miedo 
un miedo terrible a abrir el pecho 
la cabeza 
el corazón 
todos están encerrados en una habitación 
aún mas pequeña que la mía 
aún más oscura que la mía 
y todos arrastran a sus propios dioses muertos 
y a sus propios sueños 
y a sus propios personajes 
no hay espacio para más 
cada uno dibuja su mapa y pone sus hitos y sus mitos 
para poder vivir y seguir 
y esta piel mía que me habla de otras pieles 
y este pecho mío que me habla de abrazos que no están 
y esta boca mía y los mensajes del deseo y de lo nunca dicho 
y estos brazos míos que nadan en este mar profundo 
y estos pies míos que caminan aveces sin rumbo 
una película se llama "no habrá paz para lo malvados" 
y yo pregunto que pasa con los buenos?
y que pasa con los mansos?
y que pasa con los pacientes?
los que esperan en medio del desierto 
sin que se les escuche ni ruegos ni gritos ni cantos en medio de la noche 
que esta vida es aveces pesadilla y no un simple sueño 
un amasijo de tempestades y hierros fríos 
afilados cual navajas nocturnas 
en medio de este paisaje de espasmos y medias luces 
los cuerpos buscan otros cuerpos
buscan la tibieza de una compañía 
y el cariño de otro puerto 
de otra madera como la propia 
porque eso lo cambia todo o casi todo 
esa compañía de otra soledad 
de otro silencio 
somos seres de frágil estación 
de desmesurada finitud 
de transitoria importancia 
que sólo la compañía entregada de otro cuerpo 
de otro corazón 
de otra tibieza 
nos salva del abismo 
de las pesadillas de niño adulto 
de la no pertenencia 
somos parias en un mundo lleno de banderas 
somos mendigos en una barca donde los ricos son siempre otros 
somos transeúntes en una calle sin limitaciones evidentes 
y en ese naufragio universal luchamos para seguir a flote 
como una madera en medio del océano 
como niños frente a un cristal empañado 
como ángeles sin vestido 
con los ojos un poco humedos
el pecho abierto a filo de espada 
y las alas blancas a punto de abrir 

© Reservados derechos de autor

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